miércoles, 25 de mayo de 2011

Miedo.Duda.Pánico.Susto.Asombro.Recelo…

Lleva dos días con la mirada perdida. Sus ojos se fijan en los tuyos, pero eso no quiere decir que preste interés en lo que ve. Le llamas la atención con alguna mueca, algún movimiento inesperado, pero su mirada sigue igual de extinguida.
Ves sus ojos apagados.Quién sabe, acabas de verla y nadie puede asegurarte de que no haya llorado. –Pregúntala, agítala, háblala- piensa tu cabeza. Pero tus extremidades no responden a las obligaciones de tu cerebro. Se han anticipado y son más inteligentes que él. Esta vez se ha equivocado y saben que lo que menos necesita es que la agiten, que la exciten de alguna manera brusca.
Recuerdas varias conversaciones que habéis mantenido y en muchas ocasiones ha mencionado su espacio vital. Así que se me ocurre dejar que esté en su mundo, que piense y que acuda a mí cuando espabile. Enciendo la luz, puesto que va anocheciendo, y sus ojos reaccionan; sus pupilas se hacen más pequeñas.
De repente se mueve y me mira. Se levanta, va a la cocina y regresa con un vaso de agua. Me mira y espeta: “¡¿Qué?!”. Ahora soy yo la que le echa un vistazo y no contesto. Parece enfadada y se vuelve a sentar. Espero impaciente, veo sus intenciones y sé que quiere comenzar a hablar, pero no sabe cómo hacerlo.
Se tira a la piscina y pregunta si estoy enfadada. Le digo que, por supuesto, no. Pero no se lo cree, cosa que suponía que hiciera. Entonces, le pregunto el porqué, si tengo motivos para estarlo.
Esta vez se calla. Mira fijamente a la televisión, pero dudo que preste atención a lo que están diciendo. Sigo mirándola y veo cómo se encoje de brazos. No sabe, duda y tiene miedo. Se vuelve hacia mí, sin antes posar el vaso de agua, y me agarra de las manos. Me mira fijamente y mi corazón empieza a latir más fuerte. Ahora la que tiene miedo soy yo y pienso: “¿Qué me va a decir?, ¿Pasará algo?” Pero salgo de mis pensamientos, que no hacen más que turbarme y atiendo a lo que me va a decir.
La veo triste y decido saltarme su espacio vital. Hago un gesto, le pido que no diga nada y termino por acogerla entre mis brazos. Finalmente, la calmo con un beso.
Me mira y me dice: “esto es lo que me pasaba. Hoy no te había despedido con mi beso”. Suspiro y dejo que descanse, tranquila, sobre mí.

1 comentario: