lunes, 11 de abril de 2011

Visiones de futuro.

Me paro a pensar, raro en mí, y descubro que la vida puede llegar a ser de color rosa. Un lugar en el que todos tus caprichos sean concedidos, en el que tu pareja sea fiel y te aporte la máxima felicidad, en el que las injusticias no existan, en el que no tengas que dedicarte a lo que te desagrada para llegar a ser algo, sino en lo que realmente te gusta y se te da bien, etc. Pero, para ello, debes dejar atrás muchos recuerdos, amigos e, incluso, familiares.
Es una situación que me agrada y por la que estoy dispuesta a pasar. En mis momentos de reflexión imagino cómo será mi nueva vida, (si cambia más de lo que ya ha hecho).               
Voy a comenzar a proyectar mis nuevas hazañas y voy a pasar de los esfuerzos, logros y éxitos materiales y laborales a los que el 90% de la gente dedica su vida para, al fin, conseguir grandes posesiones materiales que no te aportarán la máxima felicidad o, al menos, el concepto de felicidad que yo estoy buscando.
En esos momentos que me dedico a mí misma, a mi “yo”, me predispongo a visualizar un futuro mejor. Un porvenir lejos de lo que hoy en día me rodea, en un lugar desconocido, nuevo y distinto a la vez. Y, lo más importante, segura de la persona que acompañará a mi nuevo Yo.
Comienzo a hacer el equipaje, mi madre llevaba advertida de que este momento llegaría desde hace unos cuantos años, concretamente, desde que comencé la universidad, mi nueva vida. Nunca creyó que este momento llegaría, por falta de confianza en sí misma y, a la vez, en mí misma. Pero estoy decidida y dispuesta a dejar atrás lo que ha provocado mis altibajos a lo largo de todos estos años.
Llamo a mi pareja, le pregunto si realmente quiere acompañarme y dejar atrás la que es su vida y responde, al otro lado del teléfono, con un “sí” rotundo. Realizo un par de preguntas con la voz resquebrajada y, como lleva haciendo todos estos años, intenta calmarme y me asegura de que todo va a salir bien. Le digo que todo está bien y cuelgo rápidamente, ya que tengo que terminar de preparar todas mis cosas. Caigo en un momento de duda, tristeza y agobio. Realmente no sé lo que quiero en mi vida, si quiero marcharme lejos de aquí, si quiero que esta persona me acompañe y si quiero empezar una nueva vida o seguir con la que tengo, ya que tampoco tengo ningún tipo de queja respecto a ella.
En ese mismo momento pienso en llevar a cabo lo que llevo planeando durante años y me armo de fuerzas, me despido de mis familiares, amigos, vecinos… y me encamino hacia el autobús que me llevará hacia el aeropuerto donde comenzará, en ese mismo momento, mi nueva vida.
Llego al aeropuerto, aún nos quedan un par de horas para poder subir al avión y mi cabeza no hace más que convencerme de que lo que voy a hacer no es lo que realmente quiero. En más de una ocasión miro fijamente a esta persona, quiero decirle que no, que esto se acabó aquí, que quiero marcharme lejos, pero sola. Me siento mal por cambiar su vida y por querer dejarla, porque esto termine sin un porqué concreto. Así que se me ocurre la “genial idea” de dejarla que me acompañe y que se arrepienta de haberme acompañado, que añore lo que dejó atrás y que huya y se olvide de mí. Para siempre.
Montamos en el avión, llegamos a nuestro destino, cogemos otro autobús y llegamos a la que será nuestra nueva casa. Estoy algo más animada, me gusta lo que veo y lo que me espera y me arrepiento de haber pensado, en el aeropuerto y en España aún, en dejarla para siempre. Porque realmente la quiero, porque a su lado no tengo miedo, porque el miedo está conmigo cuando no la tengo a mi lado y porque le prometí que lo nuestro sería para siempre. Porque somos polos opuestos y nos atraemos. Nos complementamos mutuamente y nos entendemos con tan solo mirarnos, sin que tengamos que articular una sola palabra.
Finalmente, dejo que nuestro día a día vaya progresando. Con días mejores y peores, como le pasa a todo el mundo, porque la vida es como es. Cambiaré de aspecto, trabajo, gustos, amigos, pero siempre tendré los mismos pensamientos y, lo peor, siempre tendré los mismos temores. Pero sé, a ciencia cierta, que esto será lo que me aporte la felicidad que estoy buscando, porque tengo todo lo que quiero a mi lado y porque sé que cuando no esté pegada a mí tendré miedo a perderla y esto es lo que me asegura que realmente la quiero y que tengo claro lo que quiero para que mi mundo llegue a ser de color rosa.

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