miércoles, 13 de abril de 2011

Y ahora... ¿Qué tenemos que hacer?

Vamos, volvemos, marchamos y regresamos. Cambiamos de compañías, amistades y gustos hasta habituarnos a su nueva vida. Tomamos forma de entes nuevos, porque nosotros nos adaptamos a las que eran sus vidas, pero ellos también, quieras o no, se acostumbran a las nuestras.
Para ello, hay que dejar atrás el pasado, pasar página y encaminarte con paso firme a tu nuevo presente sin poder asegurarte de que este será tu futuro, porque te paras a pensar y lo que dejaste atrás, lo que ahora ya es tu pasado, recuerdas cómo prometiste que sería tu futuro y ahora te das cuenta de que ya se acabó.
Es difícil acomodarte a las situaciones que se presentan, comienzas a buscar nueva gente, nuevos gustos, nuevas hazañas y no encuentras nada. Te sientes decepcionado, agotas fuerzas y no obtienes resultados. Pero este sería el camino “fácil”.
En cambio, cuando encuentras lo que realmente te gusta pones todo tu empeño en conseguir que esa persona se fije en ti y solamente en ti, y si lo consigues te sientes orgulloso de ti mismo, porque cambias tu vida y te das cuenta de que será para mejor.
A partir de este momento comienzas a crear una rutina con esa persona: compartís gustos, opiniones, ideas, ocasiones… y esperas, porque realmente lo deseas, que esto continúe así. No sabes por cuánto tiempo tendrás a esa persona para ti y si, de tenerla, todas las cosas seguirán tal y como comenzaron. Pero eres de esas personas que prefieren vivir el presente tal y como se presenta, para disfrutarlo, aprovechar y vivir el momento que se da.
Pasan los días, las semanas e, incluso, los meses y todo sigue igual; hasta que esa persona busca en el baúl que aquella tarde encerró en el sótano, cuando decidió pasar definitivamente página. Tú, que estás dispuesto a esperar, aceptar y acomodarte a lo que realmente quiere para que se sienta segura y confíe aún más en ti, no puedes evitar que el temor al que das la espalda y al que te empeñas en no prestar atención sea tu peor enemigo. Sabes que está contigo, porque en cuanto abre su pequeño cofre y saca el más mínimo detalle tu corazón comienza a latir con más fuerza, impaciente e inseguro de sí mismo. Te gustaría parar el tiempo, retroceder a cuando empezó aquello y pararlo en el momento culminante, cuando creías que no podías ser más feliz. Pero, en cambio, es algo que no puedes hacer.
Te preguntas si lo que haces está bien. Y si, de estar bien, es bueno para ti o para esa persona, porque son dos puntos de vista diferentes.
Puedes ser un poco egoísta, pensar y decir: “he aceptado lo que le gusta, lo que necesita para vivir y lo que quiere, porque yo formo parte de su vida, pero no soy su vida por mucho que me empeñe, que quiera o que me cueste ‘compartirla’”. Y piensas, también, que todo lo que ha ocurrido no puede pararse aquí y menos olvidarse tan solo porque haya decidido buscar y volver a lo que fue, a lo que quiso y a lo que le hizo feliz. Porque tú también le has demostrado o has intentado que así lo fuese en todos y cada uno de los momentos que pasaste a su lado.
En cuanto al otro punto de vista, nunca podrás saber lo que realmente piensa esa persona de ti, así que lo único que podrás hacer es preguntarte: “ y ahora, ¿Qué tenemos que hacer?”
Y que sea, esta persona, la que decida si prefiere continuar con su pasado o con su presente, esta vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario